Otro punto fundamental que no hay que olvidar son los límites. “Para mí es muy importante enseñar a los niños a poner límites frente a acosadores, frente a ataques o a insultos, porque es algo que va a estar en su entorno toda la vida. Cuando tú a un niño le enseñas a poner límites y hablar desde tu sentir, el otro niño aprende. Aprende que lo que ha hecho no funciona de nada, que el ataque no tiene los efectos que él busca. Y también obtiene una enseñanza de eso”, asegura.
Se trata de ir dando herramientas a los niños para que sean capaces de transitar su camino tranquilos y seguros. Para entenderlo fácilmente la pediatra usa un ejemplo. “Un niño nace en un campo a través donde no hay carreteras ni hay nada. Si no le pones ninguna señal, si no dibujas una carretera, el niño va a ir creciendo y va a ir corriendo campo a través sin saber hacia dónde ir, donde nadie le ha explicado qué está bien, qué está mal, ni si va en la dirección correcta”, relata Galán en el vídeo. “Sin embargo, si marcas la carretera, que unas veces será más ancha, otras más estrecha, pero quien hace la carretera eres tú, si tú empiezas a poner señales… cuando vas conduciendo por una carretera bien asfaltada, con las señales donde corresponde, ¿uno cómo se siente? Se siente mucho más seguro. Pues con los niños es exactamente igual”, concluye.
Todo ello siendo consciente de la importancia y la responsabilidad que es ser madre o padre y la enorme conexión que existe entre padres e hijos. “Hay un ejemplo maravilloso, cuando tengo un bebé en la camilla, los primeros cuatro, cinco, seis meses, el bebé no me conoce. Cuando me acerco a auscultarle, lo primero que hace es mirarme fijamente, no me reconoce. Yo tengo el fonendo en el corazón y percibo como está en taquicardia. Entonces, el bebé busca a mamá o papá. Si se encuentra con una sonrisa, con un ‘cariño, no pasa nada, estamos aquí’, el bebé automáticamente vuelve a mirarme a mí y la frecuencia cardíaca hace: ‘pom, pom, pom’”, relata Galán que resume: “El impacto tan grande, la conexión tan maravillosa que tenemos con nuestros bebés empieza ahí y ya no termina nunca”.